Esas extrañas formas de solidaridad

Suelo rodearme de personas que tienen serias carencias afectivas, supongo que será porque yo también tengo esas serias carencias, y aunque a veces parezca que lo opuesto se atrae, la mayoría de las veces sucede todo lo contrario, la gente que se nos acerca y con la que solemos entablar amistad tiene una serie de características que suelen ser muy parecidas a las nuestras, y siento que eso hace que se refuerce la amistad, aunque también la vuelve precaria y la coloca en el límite de la separación o el distanciamiento.

Cuando me pasó “todo lo malo” (así como en Millenium), hace aproximadamente seis meses, me sentí muy sola. En mi trabajo tenía exactamente 8 horas diarias 6 veces a la semana para pensar y repensar en lo que me había pasado, y analizar una y otra vez, y recordar una y otra vez, y llorar continuamente. Era un mar de lágrimas de lunes a sábado, y nadie nunca se dio cuenta. Muchas veces llegué al trabajo con los ojos reventados de tanto llorar en las noches y nada de nada. Supongo que nadie se dio cuenta porque yo lograba ocultar muy bien mi tristeza con mis típicas bromas y mis típicos resfríos.

Como decía, me sentía muy sola, a pesar de que una de mis mejores amigas se sentaba a mi lado y con ella conversaba a diario sobre lo que me pasaba. El problema con ella era que su carencia afectiva la imposibilitaba a solidarizarse conmigo, además, ella, en ese momento, vivía una situación completamente opuesta a la mía, estaba enamorándose y sentía lo que siente alguien que empieza a enamorarse: mucha felicidad. Y así es casi imposible ponerte en la piel del otro y solidarizarte con su dolor y su pena. Supongo que también influyó la advertencia que me hizo sobre sus pocas capacidades de empatía: “apenas siento que alguien quiere apoyarse emocionalmente en mí huyo”. Así que decidí no apoyarme emocionalmente en ella, porque si ya había huido el amor, no quería que huya la amistad.

Y así sobreviví 6 meses, entre idas y venidas de gente que te da consejos, pero que una siente que son completamente fríos y ajenos, gente que te dice: “yo te dije” o “ya sabía” (unas genias ellas) hasta gente que solo te mira con compasión, o que ni siquiera te mira porque le importas un pepino. Y lo único que yo sentía que necesitaba era a alguien que me dijera, mirándome a los ojos, que me estaba comportando como una idiota, que dejara de lastimarme de la forma en que me lastimaba, y que si necesitaba a alguien con quien llorar ella estaría dispuesta a escucharme, soportarme, abrazarme, esperar a que me tranquilice y me duerma, acompañarme, y luego agarrarme a cachetadas por estúpida.

En algún momento, sobre todo los primeros días, por mi mente pasaban algunas ideas para librarme del dolor, entre ellas, acostarme con la primera mujer que se me cruzara en el camino (lo que hice y me ayudó un poco, por lo cual estoy muy agradecida), pedirle a una amiga que me acompañe a un hostal con mucho pero mucho alcohol para emborracharme y llorar todo lo que pudiera con alguien que me cuide y me proteja de cualquier locura (mi amiga nunca tuvo tiempo), que un auto me atropelle (varios estuvieron cerca, pero el miedo al dolor, y a faltar a la chamba porque me descuentan un huevo de plata, pudo más), hacerme un tatuaje que me doliera mucho (me detuvo el hecho de que quiero donar sangre cuando alguien querido lo necesite), renunciar al trabajo y al MHOL e irme muy lejos y volver luego de mucho tiempo (la pobreza, por un lado, y el activismo, por el otro, pudieron más), soportar una relación de tres y convertirme en la amante (soporté unos meses pero en algún momento el dolor se hizo insoportable),  hacer mucho ejercicio (bajé de peso y ahora estoy más guapa), tomar pastillas para dormir porque el insomnio era espantoso (no lo hice no sé por qué, y teniendo las pastillas a la mano), cortarme y ver mi sangre correr (nica, miedo al dolor), leer todos los libros de autoayuda posibles (pude con unos cuantos), matricularme en el inglés desde básico 1 (es ridículo así que quizás lo haga, igual con el francés) y ya no me acuerdo qué más.

Recordar todo eso ahora me da un poco de risa, pero en esos tiempos eran cuestiones graves que me ocupaban el pensamiento. Hace poco tuve una reunión con las personas más cercanas a mí en el activismo y a quienes considero parte de mi familia. De las cuatro, tres estamos pasando por un proceso de rompimiento amoroso difícil en diversos niveles, yo siento que estoy ad portas de superarlo, me ha costado pero ahora me siento un poco más tranquila y menos desesperada. Sin necesidad de establecer ninguna relación afectiva con alguna lesbiana de momento. Con ganas de disfrutar de mi soledad (algo que me parecía prácticamente imposible hace algunas semanas). Con ganas de hacer otras cosas y esas eran las ganas que me hacían falta. Mi amiga T aún está en la mitad de su proceso, hace muy poco decidió empezarlo rompiendo lazos con la contraparte de la relación, distanciándose, generando una barrera emocional. Supongo que yo ayudé un poco acompañándola, haciéndole ver que estaba leyendo equivocadamente las señales, que no era como ella creía y que las cosas no volverán a ser como antes. Supongo, también, que tendrá recaídas como las tuve yo, y espero que sepa sobrellevarlas, levantarse de nuevo y otra vez decidir darse el espacio y el tiempo que necesita para curar sus heridas y volver a quererse a sí misma para así lograr querer a otra persona algún día. Mi amiga P está empezando el proceso, pero ella siempre ha sido más inteligente, o más dura, que nosotras en esas cuestiones, rompió radicalmente los lazos apenas se enteró del engaño, cerró su facebook y apagó su celular, está completamente consciente de que no vale la pena esa relación, y sufre, y mucho, porque se hizo muchas ilusiones, pero está decidida a que ese sufrimiento dure poco, y volver a retomar las riendas de su vida rápidamente. Quizás ayude el hecho de que su relación está a miles de kilómetros, es más fácil caer cuando sabes que la otra persona se encuentra cerquísima a ti, en mi caso a un par de cuadras del MHOL, en el caso de T en el piso de abajo (así que bien fregadas estábamos las dos).

Como decía, en esta reunión estuvimos las cuatro (P, T, M y yo) tratando de analizar el por qué no podemos ser un soporte emocional las unas para las otras. En mi caso, me resulta muy difícil hablar sobre mis sentimientos, porque mi crianza fue, en cierta forma, carente de afecto y mis padres nunca me enseñaron a decir te quiero (y es por eso que yo a mi hija le digo te quiero a diario, para que ella no tenga ninguna mutilación sentimental), porque me hace sentir muy vulnerable expresar mis sentimientos y abrirme hacia los demás, porque tengo fobia social y esto hace que me cierre a la posibilidad de establecer relaciones profundas con otras personas, porque soy muy llorona y sé que si empiezo no paro y no quiero que nadie vea en mí ese tipo de debilidad (aunque mi ex lo vio casi a diario, pero con ella era diferente), porque no quiero cargar a nadie con mis problemas (conozco a gente que solo se te acerca para hablar de sí misma y sus problemas todo el tiempo que está con una y eso me parece egoísta y aburrido) y trato de evitar hacerme la víctima, porque suelo hacer bromas de mi dolor y del dolor de las demás con el fin de quitarle lo dramático a una situación que es de por sí traumática, porque siento que a nadie le importa o debería importarle mi dolor. Suficiente con el blog para dar rienda suelta a mi egocentrismo.

Y todas estas razones también son las que me impiden ayudar a otras personas que están en mi situación. Lo que se convierte en un extraño círculo vicioso lleno de imposibilidades.

P está en una situación similar, su familia tampoco le dio el refuerzo emocional que se necesita y no encuentra apoyo en ellos (lo que se conjuga con el hecho de que somos lesbianas, y a la mayoría de gente heterosexual les resulta complicado entendernos, y creen que si nos enamoramos de un hombre encontraremos la felicidad), para sobrevivir a los traumas de amor se creó una capa de dureza que le permitió sobrevivir a desengaños terribles, y no suele hablar de su dolor porque no encuentra la forma o el cauce para hacerlo. Y eso es también lo que le impide ayudar a otras, la dureza que se creó para sí misma es la dureza que usa para no ser vulnerable al dolor de los demás. Me refiero al dolor individual, porque frente al dolor colectivo solemos ser profundamente comprometidas. Lo que genera en nosotras una especie de esquizofrenia emocional que no es difícil de conjugar.

T tampoco habla mucho de lo que le pasa, me refiero al análisis de los sentimientos, no a la narración de los hechos. Pero ella es un poco más sensible que P y yo, es más impulsiva, es más empática y no sé por qué. Podría decir que es todo lo contrario a P y a mí. Me parece que de las tres, ella es la más humana, la más cercana a la tierra, la única capaz de caminar sobre el suelo, lo que hace que aún no pueda entender todo este asunto colectivo que sí nos moviliza a P y a mí, y que por eso no se involucre tanto en ello como nosotras. Es la menos fría y por eso es la que más se vuelve loca con los detalles de una relación que ya no tiene sentido, y quizás, de las cuatro, es la que necesita más amor, porque nosotras podemos sustituir el amor con el compromiso, pero ella aún no puede, y solo puede sustituir amor por amor.

Sobre M no pienso escribir porque su caso me parece más complejo, así que mejor lo dejo así, ya tengo suficientes anticuerpos.

A pesar de todo, nosotras somos lo único que nos tenemos, no hay más, y tenemos que aprender a lidiar con nuestros problemas y nuestras tragedias entre nosotras. Aunque no somos la perfección en esto del apoyo emocional, por lo menos sabemos que nos tenemos la una a la otra, que podemos contar con nosotras cuando nos necesitamos, que la amistad que hemos generado es fuerte, profunda y bonita. Y eso a veces es suficiente para saber que una no está sola en el mundo, que hay gente que te quiere mal, pero que te quiere al fin y al cabo. Y yo las quiero mal pero las quiero.