La primera vez que me hablaste por Facebook fue para preguntarme en donde recolectábamos firmas para aborto y derechos LGTBI, era el 8 de mayo del 2013, eran las 11 am, tenías 19 años si calculo bien, estabas en la universidad, no sé si ya me habías entrevistado y te habías decepcionado de mi actitud, seguro ese día habían pasado muchas cosas por mi cabeza, tal vez estaba cansada y harta, tal vez simplemente estaba de mal humor, tal vez era mi cara de siempre, seria, como aburrida sin quererlo. A veces he tenido esa actitud y la he ido cambiando poco a poco, nadie merece tragarse mi mal humor, menos las personas interesadas en lo que podía opinar (solo los machirulos). Te dije que en la Facultad de Economía y que creía que era en Colonial. No sabía que estudiabas en la Villarreal y que sabías mejor que yo en donde quedaba esa facultad.
La segunda vez que me hablaste fue en mi cumpleaños, el 11 de junio del 2014 casi a las 9 de la noche. Tenías 20 años. Me gusta tu mensaje, me gusta leerlo cuando puedo: “V, lo más probable es que a estas alturas estés entre Pisco y Nazca, pero espero que alcances a dilucidar entre tanto alcohol mi saludo caluroso a la distancia. Que vengan muchos años más, llenos de luchas, aprendizajes, conquistas y victorias”. Y yo te decía que sí, que ya estaba ebria. Y añadiste que en la Villarreal me apreciaban mucho. Y yo te mandé un corazón agradeciéndote por eso. Aún me resulta difícil saber cómo reaccionar ante las muestras de afecto. A veces creo que no me las merezco. Suelo no creérmelas (aunque parezca lo contrario). A veces no las entiendo. Pienso que si me conocieran bien no me querrían tanto, que la imagen que tienen de mí se diluiría en unos breves minutos. Creo que esperan demasiado de mí y que voy a terminar decepcionándolxs. Y me alejo.
La tercera vez que recuerdo que me hablaste fue el 16 de octubre de este año, casi a las 10 de la noche. Tenías 22 años. Nos habíamos visto antes en plantones, marchas, intervenciones, perfos, etc., siempre en temas relacionados al feminismo, a la lucha de las mujeres, y tal vez en otros eventos, pero no los recuerdo tan bien. Creo que nunca habíamos hablado mucho. Yo te veía seria y lejana, a veces parecías hasta molesta. Por eso todo este tiempo pensaba que eras abogada: dura, fuerte, luchadora, aguerrida. Mis estereotipos funcionan de esa forma. Cualquier feminista puede ser así, pero las abogadas son más serias. Además, creía que eras hetero. Y eso era peor. Okno.
Me decías que estabas con E y que vaya a Ciro. La semana pasada habíamos estado ahí, también con E y con M. Yo estaba con V y F esperando los resultados de las elecciones ciudadanas del Frente Amplio y troleando por face. Ya nos íbamos y ustedes entraban. E me jaló y me dijo que me quede. Y me quedé con ustedes tomando ahí y luego nos fuimos al Vichama, y estuvimos un rato y luego ustedes se fueron y yo me quedé. No habíamos hablado mucho. No teníamos mucha confianza. Seguía creyendo que eras hétero.
Así que cuando me hablaste ese día diciendo que estabas con E en el Centro, me emocioné y no me importó que me acababan de robar el celular por tratar de preguntarles en dónde estaban, ni que estaba en San Juan de Lurigancho, lejos, estresada, tratando de bloquear mi línea. Así que me puse el alma de nuevo y fui a verlas. Y estuvimos en Ciro, y nos tomamos fotos, luego en la Casona y por último en DeGrot (no sé si se escribe así). Y todo tranqui, yo seguía pensando que eras hétero y eso como que bloquea mi mente. Además, soy tímida (y ya te habrás dado cuenta), así que no suelo intentar nada con nadie. Pero soy fácil, así que si me dan cariño, lo recibo (bueno, no de cualquiera, por lo menos tiene que gustarme un poco) y trato de ser feliz.
Y ese día me hiciste feliz. No esperaba que de pronto, en medio de la colita del baño, vinieras y me besaras, y me besaras con tantas ganas que me hizo pensar que qué estábamos esperando tanto tiempo, por qué no nos besamos antes, por qué habíamos perdido el tiempo si podíamos estar besándonos y abrazándonos y amándonos desde hace mucho. Y de ahí no recuerdo mucho más porque ya estaba muy ebria, no recuerdo el viaje hacia la casa de C, recuerdo un poco que dormimos en la misma cama E, tú y yo, y que yo trataba de hacer cosas contigo, y que tú no querías y luego sí y luego no, y luego no. Y nos dormimos y al día siguiente te fuiste temprano y te despediste de nosotras, pero todo es medio vago. E se fue un par de horas después y luego subió C para ir a San Marcos a intervenirlo por el Día de las Rebeldías Lésbicas. Y yo destruida fui. Y luego con todas nos fuimos a la marcha, y esperaba verte ahí y volverte a besar y reclamarte por el tremendo chupete que tenía en el cuello. Pero no llegaste nunca.
Nos dimos nuestro primer beso el 16 de octubre, dormimos juntas por primera vez el domingo 17 de octubre, te hablé el lunes 18, con pesar, porque no quería parecer acosadora, pero tampoco quería ser descortés y hacer como si no me importaras cuando realmente me importaba que todo estuviera bien entre nosotras. Y quería saber por qué no habías ido a las Rebeldías, si no había paltas, y si por lo menos podíamos ser amigas después de lo que había pasado. Y también quería disculparme por si había sido medio fastidiosa, medio insistente, etc. Y cuando me dijiste que la habías pasado muy bien me sentí más tranquila conmigo misma. Y cuando dijiste que gracias al chupete estuviste presente subrepticiamente en la marcha por las Rebeldías, sentí que realmente sí te había llevado todo el tiempo conmigo, que estuviste a mi lado a pesar de no estar, es más, estuviste pegada a mí sin quererlo, y marché y grité y reí y tomé contigo al lado. Y no nos volvimos a hablar hasta el próximo viernes.
23 de octubre. Yo había quedado en encontrarme con C en Ciro y ella no llegaba así que estaba dando vueltas por ahí. No sé cómo será la suerte que justo estaba saliendo hacia Colmena cuando te veo con A. Me acerco porque para mí no había paltas, podíamos seguir siendo amigas si ya no había ningún interés de nada más. Pero sentí que tú sí te palteabas. Y me apené un poco, porque no quería generar en ti ningún inconveniente. Fuimos a Ciro, llegó una chica más, A creó el whatsapp de “gente borracha feminista de viernes”, tú estabas prendida a tu celular, casi ni me mirabas, no me hablabas, ni nada y yo pensaba “ya fue”, y suspiré y me puse a pensar en otra cosa. Y llegó C y un rato después nos fuimos a la Casona. Y ahí T estaba intentando una y otra vez besarte, y creo que lo consiguió. Y yo no intentaba nada porque pensaba que me ibas a rechazar, pero le dije a T que eras “mi chica” y cinco segundos después me arrepentí. Y antes de que el bullying continuara les dije que no, que no era cierto, que tú podías hacer lo que quisieras, que yo no tengo nada que decir sobre eso. Y volvimos a irnos a casa de C porque estaba muy mal y le habían robado todo y porque queríamos porque ya en la Casona volvimos a besarnos y besarnos y besarnos. Y llegamos a su casa, y creo que tú querías irte a dormir a la biblioteca y qué iba a hacer yo durmiendo con C, nada que ver, entonces saqué a C y te llevé al cuarto. Y ahí hablamos sobre floras y conservadurismos e intentamos hacer algo con nuestros cuerpos y nuestras manos y nuestros labios.
Y nos volvimos a hablar por lo de la reunión del “25 de noviembre”. Había visto el acta y no estaban varios temas que siempre se habían levantado en esas reuniones. Luego me explicaste por qué y me dijiste que vaya a la reu. Y yo te dije que esas reuniones eran muy aburridas, y tú me dijiste, molesta, que trate de ir o mande a mis secuaces, y eso me pareció tan gracioso que fui, pero solo para verte, porque esas reuniones siguen siendo espacios de poder y representación que no suelen interesarme, son necesarias, pero no me movilizan mucho. Y fui ese martes (27/10) y me senté detrás de ti, y hablé contigo por el chat, y luego subimos a tomarnos todo tu whisky y el tampico de tu amiga, y nos fuimos a mi casa, y otra vez fui feliz a tu lado, besándote y conversando contigo hasta tarde, y durmiendo juntas, desnudas, compartiendo el calor de nuestros cuerpos, y saliendo luego a trabajar. Y nuevamente llevé tu recuerdo en mi cuello cuando te fuiste, pero ya era un recuerdo más constante.
Luego quedamos en vernos el viernes (30) en Flora, pero estabas raraza, casi ni me hablabas, estabas dando vueltas y haciendo cosas y no te acercabas a mí a decirme nada, y el único momento en el que te acercaste, estaba tu amigo mirando y pensé que te incomodaría que se dé cuenta de que teníamos algo así que no hice nada, y cuando te pregunté qué hacíamos más tarde, te quedaste mirando tu celular. Y luego todas se fueron y tú también y yo estaba abajo esperando un buen rato a que aparezcas, pero nada, a pesar de que tú celular estaba ahí. Y ya pensaba en subir a buscarte cuando bajaste, entraste, agarraste tu celular y te fuiste, casi casi como si yo no existiera, sin decirme nada. Y pensé que estabas incómoda aunque tú misma me habías dicho que vaya, así que todo era demasiado raro. Pero no me gusta sentir que no son corteses conmigo, y cuando no lo son no quiero generar más inconvenientes así que me fui. Y estuve en Demus pensando todo el tiempo en ti, y luego conversamos para entender qué había pasado y no nos entendimos, pero igual quería verte así que te pregunté si ibas al tono y cuando me dijiste que sí, ya estaba más contenta.
Y nos vimos en la fiesta, pero tú estabas agarrando con T y súper cariñosa con todo el mundo, y bueno, tampoco quería incomodarte así que no te dije nada, hasta que viniste a mí y conversamos y no querías que te bese, y me disculpé no sé por qué, y ya estábamos bien, y estuvimos toda la noche besándonos y bailando, y luego nos fuimos a comer y a mi casa. Y me gustó verte bailar así, alocada, fresca, contenta, desinhibida. Y que caminaras de la mano conmigo por las calles de Quilca y que te enfrentaras a los machos asquerosos que abundan por ahí. Esa fue la cuarta vez que dormíamos juntas.
El sábado 31 E te convenció para ir a La Libre, y a mí también. Si fui fue porque ella me dijo que vaya y si tú fuiste creo que fue por lo mismo. Y ahí nos vimos y pudimos conversar un rato de libros, esperar eternamente, besarnos discretamente, comer hamburguesas, tomar cerveza artesanal, viajar en el Metro, y volver a Ciro a emborracharnos con la gente y luego la Casona, y la Descarga, y ver cómo te emocionabas escuchando, cantando y bailando salsa y cómo los patas querían sacarte a bailar y tú los rechazabas más por mí que por ti. Y luego hablar sobre eso y quedar en que yo no voy a mandar nunca sobre tus decisiones y que tú eres autónoma en todo.
El lunes 2 de noviembre nos vimos por la Escuela Feminista, todo estuvo bien, besos, abrazos, conversación, pero nuevamente te sentí extraña. Me dijiste que estabas en un dilema, que por un lado te disgusta que todo conmigo sea público y escandaloso, porque soy ‘mediática’ quiéralo o no, pero por otro lado, que te gusto mucho y quieres estar conmigo. Y yo me sentí en los dejavus de siempre en donde la persona que me acompaña se complica por lo conocida que soy. No creo que nadie esté dispuesto a ser un anexo de otro, excepto las esposas de los futbolistas, congresistas, cantantes, actores, etc., pero en general, si se es feminista, eso no debe pasar, porque somos intrínsecamente iguales a pesar de nuestras diferencias, porque hay coherencia, porque nos queremos.
Y escribo todo esto porque no quiero olvidar nada de lo que hicimos en esos días que nos conocimos y empezamos a interactuar. De alguna forma esto resume un mes de interacciones y me gusta. Hay varias ocasiones que llegan como flashes de luz de pronto, la primera convocatoria a Sembrar, ahí estabas, una vez que fuimos al Monarca después de salir del CCE, ahí estabas, jugando a algo con las chicas, bailamos en la fiesta de Ruiz Diversidad, dices que dije un par de veces que no eras lesbiana, también en el CCE, y no lo recuerdo, y lo siento, sí lo eras, o bisexual, o como quieras, Y qué bueno que siempre estuve equivocada.
Los días siguientes seguíamos complicándonos por lo mismo, tanto que me decidí a no seguir complicándote más la vida y dejarte tranquila, sin dilemas, sin problemas. Y te dije que podíamos ser amigas y aceptaste, y nos pusimos serias y nos alejamos. Al día siguiente te hablé de nuevo a pesar de que intentaba no hacerlo, me daba pena perderte, hasta te escribí un poema que se titulaba “No entregues fácilmente tu corazón, amor” y decía algo así: No entregues fácilmente tu corazón, amor / No lo entregues a las miradas voraces ni a los sueños perdidos / No entregues fácilmente tu corazón, amor / El mundo no es lo que te han dicho / Vendrá la oscuridad y tomará lo bueno convirtiéndolo en angustia / Mientras tu mirada se pierde en el dolor del silencio, de las palabras no dichas, de los sentimientos olvidados / No lo entregues a cualquiera que te haga pequeñas promesas de amor / Ni a los que suspirando te digan que la vida es por ti / No puede haber mayor mentira que esa que se repite con los pasos de los siglos / Rutinariamente /Calculadoramente / No olvides que te espero / No olvides que te quiero / Mientras abrazo tu alma tiernamente con mis manos / No lo entregues / No lo entregues.
En mi mente sonaba más lindo, y pensaba, mientras me iba en el bus, en tu corazón entregándose a mí, y en que tal vez no lo merezco, no sé, siempre suelo pensar ese tipo de cosas cuando siento que la otra persona sufre de alguna forma. Te dije para vernos y tomar una chelas, aceptaste después de un rato, me bajé rápidamente del bus, fui corriendo a comprar las cervezas, luego fui corriendo a tu trabajo, no quería que en cualquier momento, de forma impulsiva, cambiaras de idea, me dijeras que no, que me vaya, que te ibas, cualquier cosa. Y estábamos ahí conversando de cualquier cosa y de nuevo me hice a la idea de que podíamos ser amigas, de que podíamos evitar hacernos daño y reír de nuestros chistes y de las cosas que nos pasaban, hasta que luego de mucho rato me besaste, y de nuevo me derretía frente a ti y empezaba a poner nuevamente mi vida en tus manos. Y creo que desde ese día no nos volvimos a separar hasta que empezó a llegar todo el ruido por una ‘denuncia’ sin sentido de una persona sin sentido, y te abrí mi corazón y te mostré lo que no tengo miedo en mostrar, y no reaccionaste tan bien, y me volví a hundir en la tristeza y la desconfianza. A pesar de eso, pudimos conversar, decirnos lo que sentíamos y salvarnos las dos.
Trato de recordarlo todo, pero ya son más cosas, más grandes, más pequeñas, más románticas, más chistosas, más apasionadas, más tiernas, tantas, que ya no las puedo contar. Y quiero que siga siendo así, que ya no sea posible contar nuestra historia porque cada vez es más grande y más hermosa y el papel no es suficiente para tanto. Quiero que sigas en mi vida llenándola de cosas bonitas, haciendo que los días sean hermosos, que me den ganas de levantarme para verte, para saber que estás ahí, que no te has ido con el sueño, que la noche no sea la misma si no estás a mi lado, que tu ternura me cubra cuando hace frío, y cuando hace calor sudar la una al lado de la otra, besándonos, excitándonos, devorándonos, recorriendo nuestra piel como si fuera una y como si fueran islas a la vez, descubriendo cada pedazo de ti, oliéndote y deseando meterme en tu piel y dormir ahí.
Me gusta quererte como te quiero: bonito, con ganas, con ansias, a corazón abierto. Quiero seguir queriéndote así y que me quieras como puedas quererme, sin presiones, con libertad, con alegría. Me gusta enamorarme cada día más de ti y pensar que esto no tiene fin, que va a seguir, que vamos a estar mucho tiempo así, y que tus brazos seguirán rodeando mi cuello, y que mi brazos seguirán rodeando tu cintura, y que lo que nos rodea a ambas es el amor que nos tenemos.
Gracias por estos dos meses llenos de ternura, de pasión, de ti.